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El 2020 no ha muerto

El 2020 no ha muerto, vive en la herencia que sobrevivió al exorcismo de las doce campanadas y al cambio de hoja en el calendario.

Porque cuando amaneció en el nuevo año, tanto el virus como los planes de omnipresencia chinos seguían ahí, junto a toneladas de emociones individuales y colectivas, que fueron enlatadas durante la cuarentena.

La fecha de caducidad aún no se observa.

En lo que al virus respecta, me parece que lo más importante será no caer en la ilusión de que la llegada de la solución implica control. Porque el virus continúa allá afuera, y para cantar victoria se calcula que cerca del 85% de la población tendría que estar vacunada.

Por otro lado, los planes de omnipresencia chinos parecen haber cobrado velocidad, después de haber sido catalogado como uno de los ganadores de un año que parece haber salido de una de los novelas de Stephen King y dirigido por Quentin Tarantino.

El gigante asiático cerró el año con un crecimiento económico estimado del 2 por ciento. Mientras que Estados Unidos cerró con una contracción del 5%, y esto ha ocasionado que se comience a hablar de China como la primer potencia económica del mundo antes de lo previsto anteriormente.

De hecho, un estudio del Centro de Investigación Económica y Empresarial del Reino Unido prevé que esto ocurrirá en 2028.

Escenario que no suena para nada descabellado, cuando se toma en cuenta que a partir del tercer trimestre del año pasado el gigante asiático rebasó a los norteamericanos como el primer socio comercial de los europeos y que antes de que terminará, firmaron un acuerdo de inversiones que eliminará barreras para empresas del viejo continente en diversos sectores.

Eliminando de esta manera puntos de fricción referentes al acceso al mercado financiero para las empresas europeas, el nivel de transparencia sobre las reglas que regulan las empresas públicas o las ayudas de estado, además de cuestiones relacionadas con la propiedad intelectual y la transferencia forzada de tecnologías.

El episodio confirma que la herencia del 2020 ha sido una relación atlántica dañada, que envolverá a la administración Biden con suspicacias, y que Estados Unidos ya no es lo que era.

Porque también del ciclo pasado se hereda la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), el convenio de libre comercio más importante del mundo, que une a 15 naciones del Asia Pacífico que representan 30% de la economía global, y que se traduce en la síntesis más acabada del rediseño del mapa geopolítico.

Lo que un día fue no será, y esto también se reflejará en el ánimo.

Finalmente, en lo que concierne a las emociones individuales o colectivas que se enlataron durante la pandemia, habrá que tener presente que mientras una economía rota se puede arreglar, una mente rota difícilmente.

Los daños psicológicos no respetan fronteras sociales y la rabia, el miedo, la tristeza y la incertidumbre que permanecen bajo una tapa, en algún momento estallarán en la esfera social, del territorio en el que se encuentran localizado.

El alza en la violencia doméstica a nivel mundial, es tan sólo un síntoma.

Por lo que aunque el calendario mundial haya cambiado la página, el 2020 dista mucho de descansar en paz, y se puede decir que sigue vivo en el caso que sembró o que tal vez, simplemente hizo aparecer.

El último en salir apague la luz.

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